lunes, 19 de octubre de 2009

navegá

sant martí d'empúries
costa brava
otoño, o primavera
dos mil nueve

y un video de mi amigo ariel halac, con la canción que hicimos con jenny náger, tan lejos del mar:

http://www.youtube.com/watch?v=zm16qjdA7-Y&feature=player_embedded


sábado, 19 de septiembre de 2009

yo busco las islas azules


curiosos los giros de la vida:
por algunos pueblos de andalucía soplan los textos de mi tratado de los vientos, en una versión de calle de la odisea

¿cómo navegará ulises con mis vientos azorados?



este viaje, tal vez, ha comenzado mucho antes
pero ahora, proa a las islas azules

mañana será la última noche del invierno
llega la luz, llegan los buenos vientos

mañana, dormir la última noche del verano, en menorca
después granada, almería
después, quién sabe, quizá llegar
quizá volver

llegar
a la primavera del otoño



viernes, 15 de mayo de 2009

ahora

Mientras dura la mala racha, pierdo todo.
Se me caen las cosas de los bolsillos y de la memoria:
pierdo llaves, lapiceras, dinero, documentos, nombres, caras, palabras.
Yo no sé si será gualicho de alguien que me quiere mal y
me piensa peor, o pura casualidad,
pero a veces el bajón demora en irse y yo ando
de pérdida en pérdida, pierdo lo que encuentro,
no encuentro lo que busco, y siento mucho miedo
de que se me caiga la vida en alguna distracción.
Eduardo Galeano, El libro de los abrazos.
nado como siempre pero más ahora en un mar de dudas, aunque ahora va dejando de ser ese mar muerto en el que se flota sin hundirse ni moverse, va, ahora, transmutando de magma lechoso y estupor de goce en mar, en mar, y yo sé nadar

en ese magma nada se hunde; en el mar, en cambio, un porro incendiado se sumerge y apaga, se hunde, se pierde para siempre

se pierden cosas en el mar de los días, como mi fuego robado, como los dibujos y las palabras y las melodías de mi hija, como el caracol de mar que navegaba conmigo en mi fuego, como el cuaderno con tapas de madera y ochenta páginas de una novela que todavía no era, que ya no será

palabras que se pierden para siempre, como amores

palabras que volverán, algunas, a las yemas, como los amores, y ya no será lo mismo

la pérdida, el miedo a la pérdida
después, el miedo al alivio: ya no tendré que escribir esa novela

¿después?
después, ahora

ahora este cuaderno, y no ése
este cuaderno, que me llegó sin buscarlo, como el amor: fue amor lo que lo trajo

ahora, este cuaderno que con la sombra de mi mano de escribir entra en la foto que me regaló mi amigo, y con la foto y el amor y el amor de tantos entra en la tapa de mi libro ahora, de mi libro ahora
(ahora, gracias a la foto de rodrigo fierro)

réquiem para mi fuego


anoche me robaron mi fuego

todos los fuegos mi fuego: diez vueltas al mundo, el amor a la velocidad del fuego, quince años de música reverberando en tanto cuero
tantos carteles, colonia-chiloé-la granja, una lapicera
el arte de navegar en auto, lago san roque-villa berna
el fuego bajo las piernas, cerro pelado-miramar-fiambalá
el durazno-san marcos, un caracol
el amor a la velocidad del teatro, y una mujer trepada al capó

anoche me robaron mi fuego




mi hija lloró por su mochila, con todo lo que ha dibujado, escrito y compuesto este año

yo por un cuaderno con tapas de madera y lomo de cuero y hojas de papel madera

de un lado había un relato que mora y yo veníamos escribiendo desde hacía años, una página cada uno

hablaba de un barco abandonado en el mar, derivando con las velas al viento y nadie, absolutamente nadie a bordo...

del otro, en esas hojas marrones, con mi letra absurda, unas ochenta páginas de una novela o de un plan de novela o de un diario de novela que hablaba (porque ya no habla, porque ahora no hablará, porque se ha perdido en el mar de los días) de un barco anclado en el puerto de un pueblo que se inundó, se hundió, se sumergió en la sal líquida de una mar pequeña y voraz

una novela que (me) venía demorando: hablaba de un barco en un mar que no es un mar, anclado en la costa, con las velas arriadas; al timón un tipo, cansado, pero no vencido / anestesiado, pero no dormido / enamorado del arbol caído

también, todos los manuscritos del disco-libro que estoy haciendo con jenny: los bocetos de los poemas, las maquetas de las canciones, los discos con las fotos, los papeles de jenny sobre los que escribía las letras, mis hojitas en las que ella metía las melodías...

no hay copia de nada, claro
no hay copia
de nada

no hay copia, porque todo eso, la fuego y la mochila y la novela y las canciones y el caracol que viajaba siempre conmigo y las llaves del ojalá y los discos que me hacían doler y mi buzo verde y el cuaderno, eso, todo eso, es el pasado

el libro de un hermano



presentación de locales propias, de federico lavezzo

presentar el libro de un hermano es una felicidad
aquí comparto la mía


primero en particulares y luego en generales, federico hizo de la brevedad el espacio para su escritura
en esos dos libros, que son también breves en su exquisito formato, fede traza su rumbo personal hacia el cuento

ahora, en estas cinco noticias locales propias, que llegan al libro por la vía del premio provincial, la escritura genera una atmósfera sutilmente inquietante, ya desde el rumor que sigue sonando al dejar atrás los títulos: sólo que entonces; locales propias; saber, o hacerlo

un rumor que reverbera montado en un lenguaje ceñido y temporalmente corrido, hallazgos verbales que evocan a onetti, a haroldo conti

palabras, giros que son sello ya de la escritura pausada, melancólica, vocacionalmente demodée de federico; se trata de una lingüística política cuyo eje es la memoria

la memoria es también la memoria de las palabras que se van: papel de estraza, sardinel, requintarse

y es también la memoria de la música de esas palabras

palabras que hablaban nuestros abuelos italianos, nuestros abuelos judíos, unos tíos que claramente no vivían en este mundo nuestro, y que fede evoca y recupera: boisserie, librar la paga, jambas

la memoria, porque a federico el olvido lo fastidia, como a marcos berman, uno de los personajes de conversión, el relato que clausura este libro nuevo

en estos cuentos no es la acción la que ocupa el centro: es, quizá, el momento inmediatamente anterior; la duda, la inminencia, acaso la decisión de actuar (escribo acaso, uso esta palabra y siento estar plagiándosela a fede)

escribe federico en la apuesta, el texto que abre particulares:
hay algo poderoso en el momento de tomar la decisión que hace variar el curso normal de los hechos de una vida

ese instante es poderoso, y hay que hacerlo durar: durar, como el humo en los pulmones, como el café en el paladar

demorar antes de actuar
acaso actuar, pero no todavía; no todavía

por ahora, en cambio, fumar

fumar, y tomar un café: si te metés en los cuentos de fede el vapor del café te empaña los ojos; el vapor se mezcla con el humo y en esa nube la luz entra sesgada, una refracción distorsionada, un efecto óptico que federico logra tallando el cristal del relato con una fresa lenta, y un poco de esa antigua pasta de pulir: una puntuación pulida

no todavía, no todavía: los personajes de federico no se ciñen al tiempo, pero miran el reloj; no están apurados, pero viven entregados a la angustia de lo perentorio: mirar el reloj, y seguir en la lectura. sin tiempo; eso dice el narrador de saber, o hacerlo

sin tiempo, una pista de su escritura, tal vez de su filosofía: saber, o hacerlo, algo así como una disyunción zen con fondo de almacén de barrio y tranvías y cascos sobre adoquines en la banda de sonido

escribe federico en sólo que entonces: un tiempo fuera del tiempo, como ahora, sólo que entonces la vida

para los personajes de fede el mundo de ahí afuera, este mundo de ahora, transcurre ajeno, apurado

como si ahora no fuera parte de la vida, como si la vida, todo eso que merece llamarse vida, tuviera su morada inamovible en el pasado, una morada con las paredes de ladrillo desnudo oscurecido por el moho de los años

en un cuento inédito, si el tiempo, fede propone: si el tiempo, de algún modo, fuera forzado a demorar su marcha, entonces tal vez podrían verse los intervalos vacíos

tiempo robado al tiempo, como roba su negro jefe en un librito de cordel que compartimos hace un par de años, y que editamos junto a ingenio papelero

algo de esto resuena en la partida, un cuento inédito de federico: el único modo de saber era seguir la partida. una vez más, le tocaba mover; pero unas líneas después el relato termina y ya no sabremos si quien tenía que hacerlo movió, si siguió la partida para saber

¿hacer para saberlo, o saber, o hacerlo?

que fede nos lo responda, o mejor dicho nos lo pregunte, en el cuento que lleva por título esa duda:

Saber, o hacerlo

El tipo aquel me contrató para que lo mate de un tiro en la cabeza. Uno solo, limpio. Sin aviso. El arreglo me dio estos quince días para elegir el momento. Si no cumplo, en tiempo, y en forma, su escribano estará eximido de librar mi paga. Es aquel tipo, sentado junto a la ventana, que toma café mientras lee y disfruta un cigarrillo. Ese que hace catorce días vengo siguiendo, como una sombra que él desconoce, desde la tarde en que lo vi salir de la escribanía con el paso de los que ya no deben nada. Aquel que parece haber ganado en estos días alguna batalla sustancial, algún sentido. Catorce días que lo observo, como ahora, que estudio hasta sus detalles ínfimos, que tomo notas. Ya casi imito, sin querer, su modo de cruzar la calle, el gesto de llamar a los mozos, el gusto por leer en los cafés, y fumar, sin tiempo. Catorce días y siempre encuentro que falta un detalle, por ejemplo, esa forma de buscar, de tanto en tanto entre las mesas, un signo en un rostro anónimo que delate mi presencia. Como ahora, y después, mirar el reloj, y seguir en la lectura. Sin tiempo.
Si pudiera preguntarle sería diferente.
Si pudiera saber cómo se siente, cómo se alcanza la naturalidad suprema de las cosas, cuando cada momento puede ser el último. Si yo pudiera saber. Eso sería diferente.
Pero es saber, o hacerlo. Entre hablarle y dispararle ahora, por ejemplo, no sólo está la plata. También mi curiosidad.
Mi curiosidad.


hurgo en la biblioteca, busco más textos de fede (durante veinte años fede me ha mandado sus cuentos en infinitas variaciones, en infinitos formatos; nunca parecen inéditos, recién nacidos se los ve ya en forma de libro); en un libro celeste y bizarro, una de esas antologías demoradas que provocan algunos concursos, me topo con el cuento la caída, o acaso (lo había dicho, me parecía que esa palabra le pertenecía)


hurgo también en la computadora; encuentro otro cuento, se llama cuatro: ahí está, ahí dice: para saber hay que meter mano

en ese librito negro, diminuto y leve que es generales hay un texto que se llama ahora:
tiene un nombre esa sensación; (...) miedo corrompiendo la boca del estómago, (...) sequedad de la lengua, respiración anhelante, pedregosa, garganta estrecha. se experimenta en la inminencia de una clase de temporalidad efímera y esquiva, efectiva, irrefutable. no lo que ha quedado un segundo en el pasado, ni lo que forma parte del magma ilusorio que azuza la expectativa y lo por venir

y por último, en sólo que entonces, la primera noticia de estas cinco locales propias:
hay un cansancio que sube como una fiebre conocida, la de postergar hasta el agotamiento el sitio en el que finalmente habrá que pararse a un costado de la ruta

gs,

biblioteca córdoba,

otoño de dos mil nueve

martes, 21 de abril de 2009

la última prosa


(por montevideo con aristimuño)


resolver la última prosa
eso dice la canción y no hay dedos
acá que puedan hacerlo
no hay dedos ésta
es una casa de mancos
que escriben en otro lado en otra
pantalla
una película de ésas
con una chica y un escritor y otra
chica

¿cómo será
escribir
de este lado del otro
lado de la pantalla?

lunes, 2 de marzo de 2009

elle


(escrito con mar)

1
iza el pantalón por esos mástiles
tensos
elle, ella
alta en el cielo un águila guerrera

¿elle, ella?
el narrador no lo recuerda
en este momento, por ejemplo, vuelve a sentir
la lluvia áspera frotando el metal del techo
la fricción que azuza el calor oscuro
del verano

recuerda una caricia sobria y definitiva
una respuesta inútil, una pregunta
para ya no volver

después, derretidas en el fuego, se montan
las imágenes, se funden unas sobre otras
unos pantalones lentos, un pubis, los ojos
atados al dibujo abdominal

ya tiene, casi tiene, los rasgos, los indicios
que la identificarían, y al pasar
del pubis a un lunar, a la marca extranjera de su voz
todo cae
el eslabón perdido entre las yemas y las teclas
el mar de los mensajes, y un nombre que no llega
elle, ella


2
elle, sin nombre todavía, escribe:
y yo con estas olas que has desatado
apenas sé qué hacer con tanto líquido

tanto líquido, piensa el narrador
le arden las escamas
contesta: mis vientos soplan hacia el norte de tus dedos
y también: apenas sé es ya saber

elle es el nombre
ella, piensa el narrador


3
¿qué quiere decir
elle? elle quiere decirlo todo pero es sólo un nombre
se le traban las letras en esas cuatro notas

llevame otra vez a la punta de tus dedos
a la humedad
dice elle, ahora que tiene un nombre

y sin embargo elle
¿quién es
ella?


4
el narrador acelera, anuncia, habla con las manos de escribir:
voy a llevarte al cielo de mi boca, vas a llevarme a la luna
de tu espalda

hay unos días de calma
el tiempo todo calma
hasta que ella urge: ¿habrá más?

habrá
y eso que parece un futuro cierto y lejano es
mañana, esta noche, ahora

dice ella
o elle: no puedo
más

el narrador responde con algún hallazgo urgente y
sale hacia allá, hacia elle, aunque la novela se demore

al volver encontrará el mensaje nuevo:
quedó encallado tu velero y
ese librito naranja que dejaste como si fuera tuyo: caminás
como quien no se aleja de la puerta de casa

así no escribe ella
así no escribe elle


5
el narrador pregunta, otra vez, si puede llamar
llama elle
el hombre que hay en el narrador se enciende, se mueve, escribe
con los dedos del deseo

no saben si entregarse al fuego de la tarde
el narrador piensa que debería hacer una canción con esa frase
ella también

la tarde se contrae, ella y él y una cama que navega
a cincuenta metros sobre el nivel de la ciudad

después bajan, no tocarán el asfalto por unas horas
una película francesa, la despedida
el narrador deja la cita: el mejor lugar del mundo es aquí y
ahora


6
elle, en un borneo de los vientos: difícil decir no cuando es sí

fiebre de los días, invierno
de la fiebre

llora elle en los mensajes: un cambio de líquidos, que también son parte
del presente
lágrimas más agrias, vapor, sudor
nubes
sal
que fluyan, eso hacen los líquidos

el narrador se apura, no sabe de otros modos: en mis pulmones no fluyen
no respiro, arrebato aire con las manos, como un náufrago
mi cuerpo estalla arde pierde
viento por la herida
de las velas
hace del agua mocos y tumores
¿cómo cambiamos sol por sal?

silencio
hasta que ella
o elle:
¿hay un poco de sal para estos labios?


7
en un mar breve, ella
o elle:
ya me tocaron tus ojos
corre mi sangre más roja si te tengo
en la boca
lo digo soplando un deseo, claro

y el narrador: tu soplo es un deseo claro
hurgo chocolate con la lengua
acá está lleno de olas

elle escribe: soy chocolate, quiero esas olas
soy esas
olas


8
ella escribe más:
pago, como un conjuro, todo lo vencido, como si así el pasado
se disipara un poco más
él: ¿habrá un paraíso para nosotros?
ella, a todo por el todo: ¿habrá? será más un tiempo
que un lugar, cuerpo adentro eclipse
adentro
como el infierno, claro
él: el infierno claro de la duda
y: que se disipe, mar adentro
ella: ojalá no tengamos menos que eso
él: veamos cuánto mar merezco y cuánto viento querrás,


9
el narrador dejó esa coma
navegando en la cresta unas semanas
dinastía de mariposas

elle, o ella: sabía que no iba a poder quedarme mucho
igual estamos acá
yo y mis ganas de tu auto y la ruta y unas canciones
que hablen por los dos, un rato así y
quizá no mucho más que tu risa de perfil

ahora se sentía más aérea menos grávida de ayer y
de mañana
había un peso, sí
el peso del deseo
¿sesenta gramos?

ella: otra conclusión se escapa por la rendija
odio este momento de certeza ficticia, de frases
finales y remates ridículos
odio escuchar todo el día esa canción
odio perder la fe y
sentirme en tus manos, aunque no puedan tomarme
o no sepan
o no quieran
odio saber dónde termina

él: ¿dónde, cómo?

ella, elle: cuando ya no hace decir
no digo con el silencio, ni con la música
digo: cuando ya no hace decir


publicado en revista diccionario 5
www.revistadiccionario.com
córdoba, diciembre de 2008